viernes, 17 de julio de 2009

DOS ORGASMOS


LA POLTRONA
EVE GIL

Empezó como supongo empiezan todas las niñas: jugando.
La culpable: la poltrona nueva de mi abuela. Eran dos: la suya, donde se instalaba a ver las “novelas” en televisión. La otra: la de los invitados, que yo acaparaba a esa hora de la tarde.
A los nueve años no es fácil acceder a los muebles antiguos. Desde la primera vez que lo intenté, al deslizarme hasta el respaldo, experimenté algo nuevo… inquietante. Algoque, intuía, debía llevar a alguna parte. Así que, mientras mi abuela estaba inmersa en sus “novelas”, se me hizo hábito resbalarme de a poquito para volverme a trepar entre aquellos toscos brazos. Otra vez la sensación proveniente de algún lugar oscuro y recóndito de mi cuerpo. Algo que no entendía, porque la palabra placer no forma parte del vocabulario básico de una niñita.
Mi abuela nunca malició sobre mi maña de treparme en la poltrona nueva, con su asiento duro y rasposo, y proceder a balancearme de manera casi sensual, frotando la innombrada zona de mi cuerpo con la superficie rugosita.
Un día sucedió lo que tenía que suceder: quedé batida tras una especie de explosión interna que por poco me hace gritar. Tuve que morderme el labio a sabiendas de que no era algo usual, mientras experimentaba aquella inundación entre mis muslos. Algo se me ha roto, pensé, y la agüita se había filtrado por entre las rendijitas del asiento, que ya chorreaba por debajo. Disimuladamente me cercioré de limpiar el estropicio utilizando mi propia falda –y sin meter las manos- y mi abuela, absorta en sufrimientos ajenos, no volteó ni una vez. A continuación me fui a cambiar y me apresuré a arrojar la prenda culposa en la cesta de la ropa sucia. Antes me cercioré de olerla: nada.
Nunca más me senté en aquella poltrona y opté por sentarme en la orilla de la cama, aunque experimentaba una especie de envidia cuando alguien más la ocupaba para hacerle compañía a mi abuela.

PARADOJA DEL INSTANTE
Rosina Conde

Para Helena Carballido


Le llaman muerte chiquita,

Aunque más bien es la vida

Por no tener la partida

De quien lo da y se lo quita.



Unos dicen que es amargo

Y sabor dulce mantiene;

Pero también que conviene

En sumirnos en letargo.



Unos con correr lo ligan

Otros con venir lo asaltan.

Los placeres que lo abarcan

Son infinitos e intrigan.



Muchos con dolor lo alcanzan;

Otros con grandes trabajos;

Otros más buscan atajos

Para constatar la usanza.



A los más morigerados

Deja cargo de conciencia

Y a los que saben de ciencia,

Alegres y confinados.



El caso es que la manera

Como se vive el orgasmo

Se nos presenta en un quiasmo

Según convenga a cualquiera.

1 comentario:

Azpeitia poeta y escritor dijo...

La descripción es totalmente literaria y la poesía también...es original la descripción, y de una manera u otra ese descubrimiento sobre nuestro cuerpo es tarea común de los humanos...enhorabuena otra vez por tu blog...azpeitia