lunes, 14 de abril de 2008

Diez años sin Paz

Mario Licón Cabrera



Entre movilizaciones civiles convocadas por Andrés Manuel López Obrador en defenza del futuro del petróleo en México, este 19 de abril se cumplen diez años de la muerte de Octavio Paz (1914-1998). Los numerosos homenajes al Nobel de literatura 1990 se han iniciado desde el 11 de abril. En estos homenajes participan grandes figures del medio literario, intelectual y cultural, entre los participantes destacan el poeta antillano Derek Walcott , Nobel de literatura 1992 y el novelista barcelonés Juan Goytisolo.

Autor de una importante y vastísima obra poética y ensayística, Paz, que fue acreedor de una gran admiración y respeto internacional, no estuvo excento de una aguda –a veces ágria- crítica, sobre todo en su país. Amigos y enemigos siempre estuvieron cerca del autor del portentoso poema de trecientos y tantos versos endecasílabos Piedra de Sol, poema que al parecer de Walcott, acerca mucho a Paz a sus raíces aztecas. Pero tambíen El Cántaro Roto –entre muchos otros de sus poemas- permaneceran por siempre y rebazaran toda crítica, a mí parecer.

Muchos piensan que los ensayos de Paz rebasan su poesía, yo pienso que son inseparables: en sus poemas ensaya/experimenta, en sus ensayos atizba/poetiza. Paz no era, en nigún momento, un ensayista académico sino un estudioso que escudriñaba entre la historia de la poesía y las vanguardias y regresaba siempre con descubrimientos o propuestas desde su condición de poeta. Me refiero a ensayos como El Arco y la Lira, Corriente Alterna, Los Hijos del Limo, La Otra Voz.

Octavio Paz, hasta donde yo sé, fué, sino el único, el primero en México en practicar la poesía en colaboración, de este ejercicio surgen Renga (tracicional forma poética japonesa) poema escrito junto con Charles Tomlinson, Jacques Roubaud y Edoardo Sanguineti, así como Hijos del Aire/Airborn escrito junto con Tomilnson.

Es cierto que en sus últimos años Paz se fué alejando más y más de la postura que asumió siendo embajador en la India al renunciar de su puesto en protesta por la masacre del 68 en Tlatelolco y acercarse más y más a una oficilidad por demás corrupta, así como llegar a los extremos de los elitísmos propios de las máfias culturales siendo director fundador de la revista y editorial Vuelta.


Cuerpo a la vista

Octavio Paz

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales,
prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre
tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
playa sin fin de tu costado.

Tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con
sus dos alas grises
la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal
del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo
de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida
perdurable).

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.

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