martes, 2 de octubre de 2007

Preámbulo Bernalesco

Las bloguerias regresan de las cenizas de la pasión consumida. Tengo algunos comentarios para el Balthusiano Klossowski y para doña Leonora Carrington, ahi te las comunico cuando haya tiempo.
Mi anterior agente, el hijo de Wayne Thiebaud era fanático aficionado del tal Balthus. La placa de su coche decia Balthus. Yo le daba carrilla diciéndole que no era un child molester don Balthazar, sino un tio que se quedó prendido de la preadolescencia. Todas esas referencias a Wurthering Heights, Cathy, Heathchlift y demás paraisos de la irresponsabilidad. La última entrevista que leí del gran pícaro, cuando estaba casado con la japonesa de su corazón era muy similar a la del gran perdedor (como buen mexicano sin serlo) Felipe Alfau. Decia pestes de Breton -de quien era fácil decir pestes- y decia mas y mas mentiras (algunas ni siquiera piadosas) El rucailín ni era conde ni duque ni su madre que lo parió, pero le gustaba crearse mitos y pitos alrededor de su persona. No es que sea algo novedoso, pero como que al final el mito y el rito se le medio confundian. Gran pintor, dijéramos, que ignoró el dibujo y privilegió la composición. Seguidor del Massaaccio y del Rafhaelo de Urbino, dicen algunos detractores. Completamente indiferente a las corrientes de la moda, sintetizador y abstraccionista.

La Leonora, gran belleza en su juventud, alla cuando amarraban a los perros con longaniza, se metió por el camino de la pintura onírica, pero aunque le puso ganas, jamás le llegó la inglesaa la profundidad y el casi preciosismo de la catalana Remedios Varo, ambas mexicanas por adopción, tal vez porque descubrieron que si México no existiera habria que inventarlo. Mo amigocho el Canguro Georgie Boy Kalmar dice que su padre era amigo de Remedios Varo y de su esposo y que hasta hicieron negocios juntos. Véte tú a saber que tenebrosas y siniestras tranzas se aventaban los angelitos.

Doña Leonora nunca aprendió a pintar, pero eso ni a quién le vaya o le venga, porque cuando Frida murió, ya estaba por aprender a mezclar los colores, je je. Pero eso ni quien lo mencione, porque también el intenso y bello (del alma, no me malinterpretes) Vincent van Gogh, ya casi casi lograba poner esos amarillos sin ensuciarlos sobre esos verdes y esos azules ultramarinos. Y si te pones a pensar, cuando los expresionistas, salidos de su sabia solución, embarraban los colores directos del tubo con espátula, era para no tener que resolver esa transición de tono a tono en los matices luminosos. Se les ensuciaban, eso que ni qué, pero eso realzaba el pathos (y los patos y los pollos y los conejos, y lo que vos querás) y hacian del romanticismo tardio una tarde romántica. El gran tocayo Kokoshcka sí que sabia que la composición en espiral le daba a los colores el efecto que Max Beckmann no pudo lograr, por lo cual se fue por el lado de la temática. Y dice el Nathan Oliveira -mejor pintor que todos los antesdichos- que Max Beckman fue su maestro y su inspiración cuando estuvo en el Area de la Bahia de maestro visitante. Yo también estoy de maestro visitante, pero ni quién me visite, je je. mejor sólo que mal acompañado y mientras menos burros mas olotes.

Todo esto te lo desarrollo en otro rollo, ahora nomás un preámbulo del criticón sin medida.

Bernal el descabezador de títeres
(no deja títere sin cabeza ni botella con cerveza)
(ni gota de tinto ni de vodka ni de tequila)

fuerte aabrazo

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