miércoles, 7 de febrero de 2007

JUAN GELMAN



El pato salvaje
A Jorge Boccanera

En medio de su olvido ocurre
la grandeza del mundo en la
fuga del pato salvaje.
Y cómo vuela la criatura, cómo
escribe trecho a trecho fuego
en la forma invisible
que apuesta contra sí.
Eso es volar y los espacios
de lo que triste era, rocan
un todo pequeñito.
Ave pájaro que
cruzás el cielo como una ilusión
de lo que fue no sido
bajo el sol que no hace preguntas.


La extranjera

La extranjera no sabe
que mi sangre es su casa, que
todo pájaro suyo
sólo ahí puede cantar y abrir
alas de su verano y se abalanza,
alcanza, lanza, alza
como una sed de mundo
que no se puede apagar.
El pájaro encendido cuida
los huecos de la pérdida como
joyas perdidas sin remedio.
Canta allí, loco de luz, no renuncia
a mis monstruos, valiente.
La hora de los dioses
junta los pies
de ese camino.


Líneas

La parálisis del duelo no
sale a la calle. Dura
una eternidad hacia adelante,
hacia atrás. La
dulce noche que
es una línea del paisaje
indescrifrable canta. El tiempo
trecho a trecho, ¿es demasiado en
esta isla de fuego
que no se quiere apagar?
La miro como
si no estuviera ahí, pensando
en qué piensa, arrastrada
hacia el sur, como un pedazo del
sueño que pregunta por qué
su lengua es un verano solo
en lo que va a venir.


Oceános

En el océano del vacío
hay nombres, nombres, nombres.
En el océano de lo perdido,
hay nombres.
¿Quién responde
a este chorro de alma
que los llama? Un oleaje
de nombres, nombres, nombres
¿Qué los separa de la grande muerte?
Nombres.

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